Hoy, 11 de marzo, se cumplen dos años desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la COVID-19 una pandemia global. Una pandemia que ha supuesto un antes y un después para la humanidad, no solo por sus consecuencias en la salud global, sino también por su impacto económico, social y político. Resulta imprescindible analizar los efectos de la pandemia y su impacto en las mujeres, desde una perspectiva de género, para asegurar que la recuperación se lleve a cabo desde la eficacia y la equidad.
El impacto en las mujeres de la pandemia
Existen evidencias claras de que la pandemia de la COVID-19 y la consecuente crisis económica han afectado de manera desproporcionada a las mujeres. Los datos desglosados muestran que el impacto de la pandemia en las mujeres ha sido diferente al de los hombres en la Unión Europea, variando en cada uno de los Estados miembros. Por ejemplo, los países que no integraron la igualdad de género en sus políticas antes de la pandemia experimentaron un aumento mayor de la desigualdad de género. No cabe duda que los efectos de la COVID-19 están poniendo en peligro muchos de los avances logrados en la última década en materia de igualdad.
Durante las épocas de crisis, económicas, sanitarias o incluso políticas, se tiende a considerar el análisis de género como algo no prioritario. Sin embargo, una de las lecciones que hemos aprendido de otras situaciones extraordinarias, como la crisis económica y financiera de 2008, es que no atender a los impactos diferenciados en las mujeres y hombres, no recolectar datos desagregados por género y no actuar desde el enfoque de género puede dar lugar a políticas que acaben profundizando las desigualdades ya existentes e incurriendo en costes económicos mucho mayores.

La pandemia en la sombra: violencia contra las mujeres
La COVID-19 ha recrudecido la violencia contra las mujeres en todas sus formas, incluyendo la violencia física y la violencia psicológica, la mutilación genital femenina, el control coercitivo y la ciberviolencia. La insuficiencia de los mecanismos y recursos de apoyo a las mujeres durante los confinamientos llevó a un incremento de las víctimas de violencia de género. Una situación que calificó la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, como la «pandemia en la sombra».
Solo en la Unión Europea se notificó un aumento del 60% en las llamadas de emergencia de mujeres víctimas de violencia por parte de su pareja o expareja. Se multiplicaron también las solicitudes de acogida por maltrato y muchos procedimientos legales se vieron interrumpidos. Las medidas de confinamiento dificultaron más a las víctimas la búsqueda de ayuda por el aislamiento con sus maltratadores y la mayor limitación de acceso a los servicios de apoyo.
Del mismo modo, debemos señalar la violencia de género en línea, que aumentó también durante la pandemia, y que ha sido incluida en la reciente propuesta de Directiva de la Comisión Europea para combatir la violencia de género. Así, este instrumento legislativo aborda de manera clara esta dimensión de la violencia de género con medidas específicas.
Ante las diferentes formas de violencia contra las mujeres, tenemos que dotarnos de herramientas más eficaces para hacer frente a todos los tipos de violencia de género, y debemos también desarrollar protocolos específicos para períodos de crisis como el vivido con la pandemia de COVID-19.
La pandemia y su impacto en las mujeres: acceso a la salud y los derechos sexuales y reproductivos
En la misma línea, el acceso a la salud y los derechos sexuales y reproductivos se ha visto restringido en varios países europeos. Las medidas de confinamiento adoptadas han dificultado particularmente dicho acceso. El Fondo de Población de las Naciones Unidas ha señalado que casi 12 millones de mujeres perdieron el acceso a métodos anticonceptivos debido a interrupciones causadas por la pandemia, lo que originó más de 1,4 millones de embarazos no planificados. Con independencia de cuál sea el contexto, el pleno acceso a la salud sexual y a los derechos reproductivos de las mujeres es una obligación esencial, ya que estos derechos son pilares fundamentales de la igualdad de género, parte integrante de los derechos humanos y del desarrollo sostenible para todos.
En el ámbito de la salud, otra consecuencia específica para las mujeres ha sido el empeoramiento de su salud mental. Según un estudio del Parlamento Europeo, la presión de encontrar un buen equilibrio entre la vida profesional y privada ha socavado gravemente el bienestar de las mujeres. Más trabajadoras sufren ansiedad debido a la COVID-19 comparado con sus homólogos masculinos. Además, las mujeres soportan la mayor parte de la carga mental relacionada con la organización de los cuidados en sus hogares (ej. la planificación y programación de los cuidados, las tareas domésticas, etc.), poniendo una presión adicional sobre ellas. De esta forma, el 53 % de las mujeres frente al 37 % de los hombres han señalado que su salud mental se había visto afectada significativamente a raíz de la COVID-19.

La pandemia y su impacto en las mujeres: las mujeres al frente del trabajo de cuidados
La pandemia ha evidenciado, también, el rol esencial que ocupamos las mujeres en nuestras sociedades. La crisis de la COVID-19 ha subrayado la vital importancia de los trabajos de cuidados, que en su mayoría desarrollan las mujeres tanto de manera doméstica como remunerada. En la primera línea frente a la pandemia estaban mayoritariamente las mujeres. Concretamente, en la Unión Europea, el 76% de los profesionales sanitarios son mujeres. En los hogares, las mujeres también han visto un aumento de los cuidados no remunerados debido a los confinamientos. Esto las ha llevado a un empeoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo. La demanda de trabajo asistencial durante este periodo ha obligado también a numerosas mujeres a dejar su trabajo remunerado.
Todo ello nos debe llevar a reflexionar sobre la necesidad de establecer marcos normativos eficientes que otorguen el peso que merecen las tareas de cuidados, que faciliten la conciliación y apuesten por sistemas sanitarios robustos. Los avances en el empleo femenino no podrán lograrse sin un cambio en la distribución del trabajo no remunerado. En este ámbito, debemos seguir con especial atención la nueva propuesta de Directiva de la Comisión Europea sobre Equilibrio entre la vida profesional y familiar, cuya transposición está prevista para este verano.
Aprendizajes de las crisis pasadas y presentes
Aunque la crisis de la COVID-19 ha supuesto grandes retrocesos en lo que se refiere a la igualdad de género, nos ha dejado también un importante aprendizaje: las respuestas desde las administraciones públicas deben considerar siempre una perspectiva de género, incluso durante crisis donde se puede tender a poner esta dimensión en un segundo plano. Estamos a tiempo de asegurar que la recuperación de la pandemia tenga un importante enfoque en las mujeres y la igualdad. Debemos utilizar los planes de recuperación para impulsar el objetivo de una igualdad real entre hombres y mujeres. Tenemos que poner a las mujeres en el centro de la recuperación: sólo así saldremos más fuertes. Esta lección debe aplicarse también a la actual crisis de Ucrania, donde las mujeres vuelven a estar en primera línea frente a los crímenes de guerra de Putin y la crisis humanitaria provocada por la invasión rusa.
Crédito de imagen destacada: Enfermeras de la UCI Pediátrica administran medicamento a un bebé. Autoría: Ariadna Creus y Àngel García (CC BY-NC-ND 2.0). Fuente original: Banc d’Imatges d’Infermeres.