Por Soraya Rodríguez Ramos

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El diario de bitácora de una legislatura de vértigo en el Parlamento Europeo

Soraya Rodríguez analiza los principales acontecimientos que han sucedido en la IX legislatura del Parlamento Europeo (2019-2024).

La publicación “Cinco años en Europa” quiere ser el diario de bitácora de una legislatura de vértigo en el Parlamento Europeo, entre 2019 y 2024. Mi intención es que miren por la cerradura de estos cinco años para mostrarles, a través de una visión muy personal, algunos de los importantes acontecimientos que han sucedido en esta etapa.

Para ello he recopilado mis artículos de opinión en distintos medios, en los que he analizado la actualidad de ese momento y la agenda de las comisiones parlamentarias de las que he sido miembro. Podrán apreciar que las inquietudes a las que he dedicado mi día a día –los derechos de la mujer, la protección del medio ambiente y la política exterior, con una especial dedicación a la subcomisión de Derechos Humanos– ocupan buena parte de esos textos.

Permítanme dar las gracias desde aquí a los responsables de estos medios de comunicación por confiar en mí para analizar la actualidad política. Muy especialmente a El Independiente, con el que he mantenido una colaboración estable desde mediados de la legislatura. Sin saberlo ellos, son los principales culpables de la publicación de este libro.

Hemos vivido momentos que quedarán en mi retina, en mi cerebro y en mi corazón para siempre. Lo que pensábamos imposible tan sólo unos pocos años antes ocurrió muy pronto, en 2020: un pleno en el que se consagró la ruptura del Brexit, que vivimos con muchos colegas británicos que habían hecho campaña en contra de la salida del Reino Unido de la UE. La decisión tomada en el referéndum de 2016 les obligó a abandonar sus actas de diputados europeos casi recién estrenadas. Aquel pleno se convirtió en nuestro último acto juntos, y cantamos, uniendo nuestras manos, en un hemiciclo desbordado por la emoción: Auld Lang Syne (“por los viejos tiempos”). A los que se iban les costaba imaginar a su país fuera de la UE, y los que nos quedábamos, sabíamos que a partir de ese momento estaríamos más solos.

Soportamos una pandemia que encerró a casi todo un planeta en sus hogares, forzándonos a adoptar un sistema de teletrabajo para el que apenas estábamos preparados, y legislar entre la emergencia y la urgencia de la primera pandemia global de la historia. Hicimos historia: la búsqueda de la vacuna, las compras conjuntas, la emisión, por primera vez, de deuda europea para crear el fondo de recuperación y resiliencia con el que pudimos hacer frente a las consecuencias económicas de aquel terremoto…

Lo que nos esperaba a la salida del largo túnel de la Covid-19 nos hizo recordar el horror de un pasado que creíamos superado y al que nos habíamos conjurado para no volver: la invasión criminal de Ucrania por Vladímir Putin nos trajo la primera guerra en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Una contienda al lado de las fronteras de la UE, con un enorme flujo de refugiados al que respondimos con políticas de solidaridad y acogida, poniendo en marcha la Directiva de Protección Temporal para los ucranianos en todos los países de la Unión. En apenas 24 horas decidimos el mayor paquete de sanciones contra un país de toda nuestra historia y aprobamos el envío de armamento a Ucrania para ganar una guerra que desde el primer momento sabíamos que era la nuestra. Las consecuencias económicas, energéticas y de seguridad nos han colocado en un nuevo escenario que marcará sin duda la próxima legislatura.

Un escenario que también estará marcado por nuestra reacción ante la brutal, dramática crisis humanitaria generada por la respuesta militar del ejército israelí en Gaza al atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023. La doble vara de medir utilizada por la UE ante lo que la Corte Internacional de Justicia ha calificado como posible genocidio determinará sin duda nuestro papel y nuestro liderazgo en el concierto internacional para defender la legalidad internacional, el derecho internacional humanitario y los derechos humanos.

A todo ello, que no es poco, hay que añadir un contexto geopolítico muy cambiante. Las elecciones de EE UU nos pueden llevar de nuevo a lidiar con un presidente déspota y autoritario como Donald Trump, con el que ya tuvimos una desagradable experiencia en su primer mandato. Entonces, fuimos muchos los que sentimos que Estados Unidos podría pasar de ser un aliado con el que trabajábamos codo con codo a un extraño que casi nos daba la espalda. Sin olvidar nuestra difícil, compleja relación con China, la gran potencia estratégica emergente sobre la que, a veces el desconocimiento de su larga historia nos impide comprender bien su presente. Y la retirada de las tropas de Afganistán, que dejó el camino expedito para la vuelta del régimen criminal talibán, es un amargo recordatorio de nuestro fracaso colectivo. La coalición internacional justificó su presencia hace 20 años para garantizar la vida y la libertad de las afganas: 20 años más tarde, sus hijas viven bajo el mismo régimen de apartheid de género contra el que ellas lucharon.

En el informe sobre Derechos Humanos de 2021 que tuve el honor de liderar como ponente del Parlamento Europeo se destacaba una dramática realidad: en el mundo hay más regímenes dictatoriales y gobernados por autócratas que democracias. Desde las nuevas y viejas dictaduras en América latina hasta el resurgimiento de la inestabilidad y los golpes de estado en África.

El crecimiento de una ola reaccionaria ha marcado muchas, demasiadas veces, la agenda y el debate político europeo en estos cinco años. Durante este tiempo hemos visto partidos y gobiernos europeos virar hacia un conservadurismo contrario a derechos que creíamos tan asentados como la pluralidad política, la libertad de prensa y el respeto a las minorías. Los ataques al poder judicial en Polonia y Hungría motivaron la activación del mecanismo de condicionalidad de fondos europeos al cumplimiento del acervo comunitario y del Estado de derecho.

Denominador común de esta ola de conservadurismo ha sido el retroceso en el reconocimiento y ejercicio de los derechos de las mujeres. Bulgaria, República Checa, Hungría, Letonia, Lituania, y Eslovaquia siguen aún sin ratificar el Convenio de Estambul, único instrumento internacional contra la violencia de género. Las leyes restrictivas del aborto, con prácticas como el registro obligatorio de mujeres embarazadas que el personal sanitario debe comunicar al gobierno, o la persecución y criminalización de activistas por el derecho al aborto, han colocado a Polonia en los últimos años como uno de los países más represivos del mundo contra los derechos sexuales y reproductivos. Y no ha sido solo Polonia: otros Estados miembros como Malta, donde el aborto sigue siendo ilegal en casi todas las circunstancias, incluidos los casos de violación e incesto, y Hungría, donde las mujeres están obligadas a escuchar el latido del feto antes de abortar, le han acompañado en este lamentable grupo que legisla contra las mujeres europeas. Un grupo que, en el caso de Polonia y Hungría, también ha legislado contra el colectivo LGBTIQ+, con las llamadas zonas libres de LGBTIQ+ polacas y la prohibición del gobierno de Orbán de difundir contenidos del colectivo en material educativo o televisivo para menores.

A todo ello hemos hecho frente intentando no perder el rumbo de la hoja de ruta que marcamos al principio de la legislatura: la lucha contra el cambio climático. El Green Deal o Pacto Verde Europeo fue proyectado para abordar el desafío más urgente que tiene la humanidad, el calentamiento global, y diseñado para reducir nuestras emisiones, mejorar la biodiversidad restaurando nuestros ecosistemas e invertir en investigación y nuevas tecnologías para alcanzar en 2050 la neutralidad climática.

Lamentablemente, este libro recoge un capítulo que me gustaría no haber escrito: el de la necesidad de defender el Estado de Derecho en España. Sobre todo, por lo que supone que el gobierno de un estado miembro haya pactado impunidad para unos delincuentes por votos para sostener ese gobierno. Lo ha hecho rompiendo el principio de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y llevándonos hasta la última frontera en la defensa de nuestros derechos: el Tribunal de Justicia Europeo.

En esta publicación he querido recopilar también todos los informes de los que he sido responsable durante esta legislatura, tanto aquellos en los que fui ponente del Parlamento como los que me responsabilicé de su tramitación desde Renew Europe. En esta tarea ha jugado un papel decisivo la excelente labor de las personas que conforman mi oficina parlamentaria.

He tenido la suerte de trabajar con un equipo de mujeres formidables, no solo por su preparación profesional, sino también por su entrega y entusiasmo durante estos cinco años. Los asistentes parlamentarios son pieza fundamental del trabajo del Parlamento en todas y cada una de las nuevas normas y leyes que nos permiten avanzar y desarrollar el proyecto común de Europa. Protagonizan largas reuniones y negociaciones, y tejen con conocimiento e inteligencia los acuerdos técnicos que forjan los grandes consensos políticos sobre los que se construye la política europea. Su labor esencial y su dedicación minuciosa, que se opacan muchas veces por la figura del eurodiputado para el que trabajan, merece también un espacio y reconocimiento en estas líneas. Yo tengo claro que sin estas profesionales de máximo nivel habría sido imposible sacar adelante todo el trabajo legislativo y haber presentado todos los informes de los que he sido responsable.

Todo lo que hemos conseguido ha sido con ellas y por ellas. Gracias a Valentina Cefalu, Alejandra Muñoz, Rosa Gómez y Ángela Gutiérrez, que ejercieron en distintos momentos como jefas de mi oficina. Gracias a Laura Herreras e Inés Carrizosa. Sin olvidarme de los becarios Ana Valverde y Alberto Quero.

Gracias, porque sin todos ellos no hubiera sido posible este maravilloso viaje.

Publicación “Cinco Años en Europa”

Soraya Rodríguez Ramos


Imagen destacada: Mockup Libro Vectores por Vecteezy.

Soraya Rodríguez Ramos

Mujeres al frente es un espacio de reflexión dirigido por la política y abogada española Soraya Rodríguez Ramos. Desde 2019, es diputada del Parlamento Europeo en la delegación del partido Ciudadanos. Desde su escaño de eurodiputada, desarrolla un intenso trabajo como portavoz en Igualdad de Género y Derechos de la Mujer del grupo Renew Europe, así como miembro del Comité de Derechos Humanos y de la Comisión de Medio Ambiente por su compromiso con el cuidado del planeta y la justicia climática.